La gran tarea de la educación de adultos en cárceles

Casi diez días en Chile estuvo el doctorando Roberto Catelli Junior, quien visitó la Universidad de Playa Ancha en el marco del convenio de cooperación firmado entre la Universidad de Sao Paulo y esta casa de estudios, a través del Programa Disciplinario de Educación de Jóvenes y Adultos, que dirige la Dra. Violeta Acuña Collado, donde participó además en un Diplomado que imparte este programa en la cárcel de Colina en Santiago. 

Catelli es coordinador del Programa de Educación de Jóvenes y Adultos de la ONG Açao Educativa y actualmente cursa un doctorado en la Facultad de Educación de la Universidad de Sao Paulo donde desarrolla la investigación “Políticas para la Educación de Jóvenes y Adultos y certificación: un estudio comparado entre Brasil, Chile y México”.

A partir de este estudio, durante tres años el profesional se ha interiorizado sobre las pruebas estandarizadas que se hacen en modalidad flexible en la educación de adultos en los tres países.

-¿Por qué eligió estos países para su comparación?

“Chile y Brasil tienen muchas cosas en común respecto a los problemas sociales en torno a la educación de adultos, ese fue el principal nexo que me llevó a conocer el Programa Disciplinario de Educación de Jóvenes y Adultos de la Universidad de Playa Ancha. Creo que podemos hacer muchos estudios comparados y producir conocimiento que se puede transformar en una política pública de Chile y de Brasil.

Muchas veces pensamos que este es un problema nacional y no es así, estos temas son internacionales. Hay problemas similares en Brasil y Chile: baja cobertura de la educación de adultos, baja escolaridad con problemas de lectura escrita y matemática.

Por lo tanto, mi consulta es ¿hacer pruebas nacionales es o no un camino para reducir el número de personas con baja escolaridad?

Como integrante de la ONG Açao Educativa, con 20 años de trayectoria y cuya misión es defender el derecho a la educación, en especial de la educación de adultos, puedo decir que en Brasil tenemos un grupo de trabajo sobre la educación en cárceles y acá hay una diferencia importante puesto que en Chile hay muchas personas en cárceles que están estudiando. En Brasil hay muchas personas en cárcel, pero pocas con derecho a la escuela, algo como un ocho por ciento hace alguna actividad educativa, aquí es mucho más.

En Brasil trabajamos por que puedan tener derecho a la educación en la cárcel, la experiencia chilena para nosotros es importante porque es un espacio más consolidado respecto a la idea de que debe haber escuelas en las cárceles.

Veo que acá también hay problemas, no es tan simple hacer currículum, metodologías, cómo se organiza una escuela en la cárcel, es un problema común para ambos países, por lo que es importante que se puedan tener estudios para construir propuestas para las cárceles”.

-Desde esa perspectiva, ¿existe alguna base metodológica para trabajar en esa propuesta?

“Hay otro problema que me llama mucho la atención –estudio Chile hace tres años y he estado tres veces aquí- y es que casi no hay publicaciones, estudios o personas que estén trabajando en la educación de adultos. Es muy importante para mí la UPLA porque hay un seminario de Educación de Adultos, personas con las que se puede hablar, producir, estudiar. Creo que es un pequeño oasis en Chile a partir del cual se puede crecer.

Por ese motivo, se firmó un convenio de cooperación entre la Universidad de Sao Paulo y la UPLA, con esas expectativas. Allí también tenemos un pequeño grupo que trabaja en educación de adultos donde participo junto a María Clara di Pierro, un referente en el campo de educación de adultos, con la finalidad de que se generen otros estudios, otras publicaciones, y que alumnos o académicos puedan irse de intercambio, esa es la perspectiva”.

-Volviendo a las propuestas para la educación de adultos en las cárceles, actualmente se aplica un currículo que es igual al utilizado en la enseñanza básica y media, ¿qué opina de ello?

“No se puede tener el mismo currículo para una escuela regular que para una cárcel, las mismas evaluaciones, las mismas propuestas; primero porque la cárcel no es un espacio óptimo para el aprendizaje, es un espacio para el desaprendizaje.

En la calle estamos aprendiendo todo el tiempo y aplicando nuestros conocimientos permanentemente, en cambio en la cárcel no es necesario utilizar nuestros conocimientos, por lo que no es un buen espacio para el aprendizaje. Entonces ¿cómo se puede estimular el aprendizaje para esas personas?

Se debe considerar que son personas vulnerables, que tienen historias de vida con muchas dificultades, que no lograron tener buenos resultados en la escuela, que son marginados por la sociedad. Hay que pensar qué hace sentido enseñar a esas personas, qué puede darle una vida mejor, ésta es una pregunta que en Brasil está abierta. Ese es un campo de trabajo que puede tener muchos resultados”.

-¿En sus tres años investigación habrá alguna experiencia digna de emular?

“Creo que tenemos una gran miseria de modelos en educación en cárceles. En Brasil tenemos algunas experiencias con la iglesia, creo que aquí también, que han sido los que históricamente han desarrollado educación en cárceles. Creo que también es importante conocer mejor lo que estas personas hicieron.

En Brasil no sabemos muy bien cómo esas personas trabajaron hasta ahora, qué metodologías desarrollaron, creo que acá es necesario hacer un trabajo como este. Saber por qué la educación popular se ha enfocado en la educación en cárceles, no hay muchos trabajos sobre eso, no conocemos ni aquí ni en Brasil. Creo que las experiencias más ricas son esas”.

-¿Qué importancia tiene trabajar con este grupo de la población?

“Tiene que ver con los Derechos Humanos. No se puede ver a la persona que está en la cárcel como una persona marginal, se tiene que ver como una persona que siempre puede tener otra oportunidad. La educación es una posibilidad, no creo que la educación sea la salvación del mundo, es un importante camino, todas las estadísticas dicen que las personas que tienen mejor condición en la sociedad son las que tienen mayor educación. Esto es una verdad estadística.

En Brasil, por ejemplo, la mayor parte de las personas que está en cárceles, son personas que no tienen educación básica que corresponde a seis u ocho años de estudio. Si no se tiene derecho a la educación, la posibilidad de esa persona de tener mejor inclusión social es baja. La educación es una posibilidad para que esta persona pueda mejorar su autoestima, su dignidad, su inserción en el mercado laboral: lo primero es que la persona tenga mejor autoestima y que sea visto por la sociedad como una persona con una historia de vida difícil, pero que puede cambiarla”.

-Respecto a potenciar la autoestima de las personas recluidas en cárceles en Chile se trabaja en forma paralela el modo de escuela formal y de formación en oficios, ¿cuál es su opinión?

“Son dos posibilidades muy buenas, interesantes, mas se debe cuidar la proximidad de la escuela con el oficio. Los dos se complementan muy bien, porque para un adulto aprender lo que los chicos aprenden no le hace más sentido. Ahora solo tener un oficio no le da oportunidad para avanzar más, por ejemplo, si quiere ir a una universidad. Me parece que la articulación educación y oficio es un buen punto para establecer una política”.

-¿Qué características deben tener los profesores para trabajar con este grupo específico?

“Deben tener una visión social, debe ser una persona que sabe que está haciendo un trabajo de vinculación social y que está preparada para ello. Tiene que tener una visión que no solo está enseñando una técnica sino que está preparando a alguien para aprender, debe estar más preparado para la relación social, para la relación humana y no solo para un trabajo técnico.

Debe tener también esta visión social que en la educación de adultos no es solo un trabajo de educación para desarrollar contenidos, es un trabajo de inclusión social. Y para eso tienes que tener una visión específica”.

-¿Cuál debe ser el rol de las universidades en la formación inicial de profesores para atender a jóvenes y adultos?

“Es muy importante, porque tenemos un problema en toda América Latina, incluso acá en cursos de pedagogía. No tenemos muchas disciplinas o cursos que vayan en esa dirección, ya que la educación de adultos es marginal en casi todas las universidades. No hay profesores que estén preparados para este trabajo con pensamiento, con fundamentación, con una visión de campo.

Lo que puede contribuir es tener espacios formativos para hacer carreras un poco más específicas. Este es otro punto, no sé si es posible tener profesores que estén en la escuela para chicos y de adultos. Creo que es mejor si tuviéramos una carrera específica para profesores de adultos”.

-¿Qué avizora en este ámbito de aquí a los próximos cinco o diez años?

“Para mejorar es necesario que los tres países pongan a la educación de adultos como una prioridad en su política pública. Este es otro aspecto muy común, ya que tiene un bajo ingreso, baja visibilidad en la política y son graves los problemas sociales que tienen estos países, los gobiernos deben ver como derechos de las personas tener educación.

En ese contexto, hay un sistema de educación más consolidado en Chile que en Brasil, en cuanto a la metodología es lo mismo. Sin embargo, no hay una metodología propia para hacer un trabajo en cárceles que deberíamos promover en los próximos años con el apoyo de una política pública que lo establezca como prioritario”.

Fuente: Upla Noticias. Mayo 2015.